Cuando hablamos de los “hijos perdidos de la casa” no hablamos de personas malas dentro de la iglesia, sino que son personas que asisten semana tras semana, pero aún no se unen a la visión de ella. Asisten a reunión tras reunión, pero no están dispuestos a servir. Son creyentes que tienen pastor, pero no le aman como a un padre. Ellos son parte de una congregación, pero no la sienten su familia, es decir, carecen de todo sentido de pertenencia por el ministerio y la casa espiritual que Dios les ha dado. Son hijos, pero que están perdidos dentro de la casa.